El lado bueno del egoísmo

En nuestro círculo familiar es común ver cómo a los niños les cuesta trabajo compartir sus juguetes, dulces o todo aquello que les agrada. No conciben la idea de que los demás tomen lo que consideran exclusivamente suyo. Muchos padres se molestan porque piensan que esa parte egoísta de su hijo o hija, le puede afectar severamente en su relación con demás. 

Todos los niños atraviesan por un proceso de evolución personal y su comportamiento se debe a que ellos consideran que, todo el entorno les pertenece de manera exclusiva y, por ese motivo, se portan egoístas y celosos cuando sienten que alguien toma lo que es de su propiedad. Los adultos nos preocupamos y decidimos imponer criterios de etiqueta para que los niños “aprendan” a ser educados y solidarios, a partir de desarrollar la empatía y compasión por los demás. ¿Qué sería del mundo si no tuviéramos la capacidad de ser buenos y generosos con la gente? Seguramente, nuestra sociedad sería un caos y reinaría la guerra por todas partes. 

Los adultos tenemos la tarea de orientar y modular ese comportamiento para formar personas aptas y adaptables a un entorno que exige colaboración, empatía y desprendimiento para llevar a cabo las tareas que beneficien al colectivo social. Educar y formar a esos “niños egoístas” implica ser pacientes, pero sobre todo reflexivos, porque podríamos llegar a confundir a los niños respecto de sus derechos asertivos al momento de convivir con los demás. Para ello, es importante partir de la premisa de que, no acto egoísta es malo; al contrario, gran parte de nuestra vida depende de cómo protegemos nuestro bienestar físico y mental frente a los comportamientos nocivos o destructivos de las personas que nos rodean. Ceder constantemente a las peticiones de los demás puede hacer de los niños, jóvenes y adultos, personas débiles, sin carácter y susceptibles de cualquier tipo de violencia.

Comencemos por definir qué es el egoísmo, este término es definido por la Real Academia Española como “el “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”. Sin embargo, no toda conducta conlleva a esta clase de egocentrismo. Un gran número de personas no saben que existe un egoísmo que no tiene nada que ver con el placer propio; al contrario, es un egoísmo que nos protege a nivel personal sin lastimar a los demás, y es conocido como el “egoísmo sano”, es decir, implica la capacidad de cuidar de nosotros mismos y de hacer aquello que realmente queremos hacer, sin ceder a la presión social y por consecuencia no sentirnos culpables por ello. Esta clase de egoísmo además de que no es malo, es sumamente necesario para cuidarnos y estar bien, primero con nosotros mismos y después con los demás. 

Hemos crecido en la cultura del sacrificio eterno, en donde nos han educado para pensar primero en los demás y al final en nosotros; esto se debe precisamente a que de pequeños nos enseñaron que teníamos que compartir con los demás nuestras cosas, el espacio personal y hasta el recurso más preciado llamado “tiempo”. Tenemos la creencia equivocada de que si amamos a las personas tenemos que vivir volcados en ellos, sin pensar en las consecuencias negativas que todo esto reporta a nuestra salud y bienestar.

Si dedicamos todo nuestro esfuerzo y dedicación a satisfacer las necesidades de los demás, entonces corremos el riesgo de estresarnos y gradualmente perder la salud. Hemos aprendido que el sacrificio por los demás nos eleva espiritualmente, pero muy a menudo, perdemos de vista que dicho sacrificio implica perder nuestra propia paz y tranquilidad. El egoísmo sano nos permite poner límites y también nos enseña que si queremos que nuestra familia, la pareja, los amigos o compañeros de trabajo estén bien; será necesario atender primero nuestras necesidades personales. 

Todos conocemos historias en donde, por ejemplo, los padres se olvidan de sí mismos para entronizar a sus hijos; porque piensan que en aras del amor paterno tienen que deshacerse en esfuerzo, dedicación y tiempo, pero la realidad es que, corren el riesgo de sufrir un desgaste físico y emocional, y también de anular a las personas que aman; lo mismo aplica para la pareja, los amigos o el trabajo. La compasión y la bondad son atributos muy valorados en un mundo cargado de violencia e indiferencia hacia los demás, sin embargo, primero tenemos que practicar la autocompasión, no con el propósito de victimizarnos o ser lástima por nosotros, sino con la finalidad de cultivar la voluntad para liberarnos de la creencia de que siempre tenemos que ceder en todo aquello que exige de nosotros un sacrificio que afecte nuestra salud física o mental. 

El principio fundamental de “educar en el egoísmo sano” radica en que “si no nos preocupamos primero por nosotros mismos, difícilmente podremos ayudar y cuidar a los demás”. El lado bueno del egoísmo es que no perjudicamos a nadie, pero reforzamos el amor propio y el autocuidado para convertirnos en personas fuertes y sanas, capaces de ser y estar cuando los demás nos necesiten. Si quieres conocer más acerca del tema comunícate con nosotros, tenemos cursos y talleres para ayudarte a crecer y posicionarte en el mercado.

Por Carmen Benavides Mayorga, Directora de Contenidos Trainn mx

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