La capacidad de asombro: “Un baluarte del siglo XXI”

Vivimos una época en donde la velocidad y la prisa son una constante en todo lo que hacemos, hemos sido educados para competir contra el tiempo; desde la infancia recibimos un sinfín de mensajes que sugieren que aprovechemos cada segundo del día; levántate temprano, haz ejercicio, toma un tiempo determinado para el desayuno, ve al trabajo, come, regresa a tu casa, cena y duerme; de manera inconsciente hacemos de la rutina un estilo de vida.

Nos hemos convertido en autómatas, salimos y muchas veces ni siquiera recordamos los lugares por donde pasamos ni a las personas a las que vimos, parece que transitamos por un oscuro túnel donde los colores del paisaje y la belleza de nuestro entorno son eliminados y sustituidos por manchas fugaces que corren al igual que nuestros pensamientos absortos en la cotidianeidad y en los problemas que nos aquejan cada día;  lo único que queremos es llegar a nuestro lugar de destino y continuar con las actividades que comúnmente realizamos. Vemos, pero no observamos; tristemente, hemos dejado de asombrarnos, estamos cayendo en la paradoja del hombre moderno que quiere comerse el mundo a puños pero que no es capaz de aprehender aquello que le rodea.

Todo nos parece tan normal, hemos llegado al punto de estandarizar los días, ya no distinguimos los matices del amanecer o del atardecer y, la lluvia acompañada de ese hermoso arcoíris pasa desapercibida porque preferimos cerrar la cortina a detenernos por un momento y admirar las maravillas de la naturaleza. Si salimos a pasear se nos va el tiempo en la sesión de fotos, pues estamos empecinados en capturar momentos y preferimos que queden registrados en nuestra cámara antes que en nuestra mente;  y después compartimos en las redes sociales aquello que no fuimos capaces de apreciar directamente. 

Presumimos con todo el mundo aquel video del bailable donde participó nuestro hijo, nos tropezamos por sacar la mejor toma, queremos que todo salga perfecto, pero en ese trajinar dejamos de apreciar esa carita de felicidad o nerviosismo, esa equivocación que hizo que todo el grupo se sacara de balance, y que provocó la risa y ternura del público; estábamos tan ocupados por acomodar la cámara que no pusimos atención a esos detalles tan geniales que nos hubieran regalado una experiencia única.

Conforme pasan los años vamos perdiendo la capacidad de asombro, es decir “la facultad de las personas para sorprenderse ante lo nuevo y aprender de ello”. Y cuando hablamos de lo nuevo no nos referimos a aquello que el hombre nunca ha visto; sino a todo aquello que vemos cada día con una perspectiva diferente. Cada momento trae consigo nuevas experiencias. 

Los niños son felices porque todo lo que miran les asombra y genera en ellos un aprendizaje significativo. Están dispuestos a ver el mismo objeto o persona desde distintos puntos de vista, no se cansan de ver la misma película, tampoco de preguntar, porque cada instante conlleva la oportunidad de profundizar y aprehender en su mente todo aquello que es de su interés. Si la sociedad ha evolucionado es gracias a la aguda capacidad de asombro del ser humano. La existencia es efímera, aprovechemos cada momento para admirar y reconocer la grandeza del universo. Si tu eres una persona que se sorprende cada día de las bendiciones que nos regala la vida, felicidades eres un baluarte del siglo XXI.  

Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

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