La meritocracia: del mito a la realidad

Vivimos una época de cambios vertiginosos, en donde la competitividad y eficiencia, demandan de cada uno de nosotros, una dosis importante de compromiso, esfuerzo y constancia para el logro de los objetivos; es tan común escuchar a la gente decir que puedes lograr todo lo que te propongas, solo necesitas identificar tu talento y trabajar con ánimo, perseverancia y ponerle mucho amor a lo que haces. Este es el sendero que debes seguir para llegar a la cumbre y alcanzar el triunfo.

Como mensaje motivacional se escucha muy atractivo, pero la realidad es diferente; nos han hecho creer que el mérito por sí mismo te posiciona en un lugar importante, y en este sentido, la meritocracia está ligada a la suma de talento, determinación e inteligencia, y que indefectiblemente da como resultado una movilidad social ascendente. Basta con que te propongas una meta y lo puedes lograr. Lamentablemente, estas ideas se alejan de la verdad, porque como dice Michael Sandel: «El primer problema de la meritocracia es que las oportunidades en realidad no son iguales para todos».

El primero en acuñar el concepto de meritocracia fue Michael Young en su libro The Rise of Meritocracy, publicado en 1958, en donde la meritocracia es vista como un sistema social en el que la influencia y la riqueza de una persona está determinada por su talento e inteligencia. Solo hay un “pequeño detalle”, en esta obra tan interesante, ese mundo que describe Young es ficticio y, por lo tanto, está alejado de la realidad.

El elevador social en México y en el mundo no siempre funciona a partir de la voluntad, esfuerzo e inteligencia de las personas, existen algunas excepciones como el caso del neurocirujano Ben Carson o el famoso jugador Ronaldinho, en donde el talento, la perseverancia y la pasión por lo que hacen, los encumbro y ahora son célebres cada uno en su ámbito. Pero fuera de esos casos especiales, hay muchos talentos tocando puertas y no reciben respuesta.

La meritocracia pierde terreno cuando aparecen otras condiciones que la superan, por ejemplo, la posición económica de los padres se convierte en pieza clave, pues a partir de esta, transmiten privilegios a sus hijos, dándoles ventajas educativas y con ello, la posibilidad de obtener un excelente trabajo y desarrollarse en las mejores condiciones económicas y sociales.

Aunado a lo anterior y no menos importante es el hecho de que, las relaciones sociales tienen un peso fundamental, pues a partir de estas, muchas personas se van colocando en puestos de trabajo bien remunerados y con grandes oportunidades de desarrollo profesional; no estamos negando toda la preparación académica que pudiera tener una persona que accede a este tipo de trabajo, pero es indudable que un empujoncito lo puede colocar inmediatamente en una posición superior a la de muchas personas que no cuentan con “conocidos” o “amigos” que los acerquen al logro de sus propósitos.

Desafortunadamente, la actitud frente a este tipo de circunstancias causa una división entre ganadores y perdedores, ya que la meritocracia llega a generar una concepción equivocada frente a lo que se vive e incluso puede provocar frustración en aquellas personas que a pesar de todo el esfuerzo y dedicación no logran una movilidad ascendente en la escala social, trayendo como consecuencia que la persona se sienta fracasada.

Hoy más que nunca es necesario romper con la creencia en la meritocracia, pues mientras no exista un sistema equitativo de oportunidades, no habrá talento, trabajo y perseverancia que alcancen para lograr los objetivos personales.

Por Carmen Benavides

Directora de Contenidos TraInn MX

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